miércoles, 8 de octubre de 2008

Mi Jardín


Sentado taciturno mirando hacia su jardín, se dio cuenta que el otoño terminaba. Elevó el rostro al cielo, cerró los ojos y sintió la brisa de invierno envejecer su piel. Los abrió y observó cuidadosamente el caer de las hojas, mientras sus sueños y esperanzas hechos pétalos del antes frondoso cerezo, que se encuentra situado en el centro del ahora desértico y deprimente jardín, caían parsimoniosos. Pensó en cómo se deshojaba su vida poco a poco durante el otoño, y recordó como su corazón latía sin pasión, cada vez menos, congelado por el invierno. Sintió a la soledad crecer lentamente durante todo este tiempo, como la mala hierba entre sus rosales. Dejó de sentir la sangre en sus mejillas, en sus dedos, en su tronco, en sus raíces...
Deseó la primavera, deseó un rayo de sol, sólo uno…un poco de calor. De repente, una fresca brisa acaricia su llorosa mejilla y se siente vivo. Todo vuelve a crecer, retoma color y resucita. Escucha latir su corazón nuevamente, observa el calor que este emana… el éxtasis, el acalorado éxtasis que sale de sus poros; pero, abre los ojos y se encuentra nuevamente mirando a un grisáceo cielo, sentado frente a ese lúgubre patio; tan seco como antes, tan muerto como siempre. Tomó una bocanada del escaso aire en el ambiente… cierra los ojos… los abre, y descubre que nuevamente se encuentra solo. Mira más allá de su cerezo y ve luz detrás de su cerca. Corrió hacia ella, añorando ese calor primaveral que vuelve todo a la vida; pero es inútil, inalcanzable.
Lloró… lloró como nunca antes lo había hecho. Al fin comprendió que esa luz no era para él, que se encontraba atrapado entre su otoño y su invierno. Entendió que su vida estaba muerta y que nunca estuvo viva. Vio a través de su llanto, cómo la luz encendía los jardines ajenos de explosivos y vivarachos colores. Escuchó el lejano trinar de los corazones enamorados. Lloró otra vez, esta vez con más intensidad, lleno de ira, de envidia, y de una fúnebre agonía. Retrocedió hacia el cerezo, y lo abrazó. Pidió disculpas por no haberle dado esa luz… por nunca haberle dado calor…por nunca haberle dado vida. Se arrodilló. Observó el mustio y amarillento pasto, y nuevamente comprendió que ese era su destino, que ese era su ciclo y que no podía cambiarlo. Dejó ingresar el invierno a lo poco que le quedaba de vida.
Mirando fijamente a la esquelética copa del cerezo, levantó los brazos y el invierno entró. La afilada brisa cortó su piel y le secó la vida… salió un último suspiro junto a una lágrima. Quedó su petrificado cuerpo hecho madera, asentó raíces, y su triste rostro nunca mas lloró. La luz que irradiaba vida, hipócritamente se volvió sombría y tenebrosa; los jardines vecinos fingieron lástima, simularon dolor y pena. La luz brilló otra vez, y los jardines se llenaron de color, olvidando lo sucedido; pero ese jardín… fue muriendo.
El cerezo sangró pétalos sin forma, y se derrumbó cerca de él, que ya sin fuerzas, había sucumbido ante el invierno. Falleció el jardín, su vida… falleció el cerezo, sus sueños y esperanzas… falleció él, solo… completamente solo.


by gomita!

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